Acuerdate de los barcos que han partido desde que no lo ves, no te caben en las manos todos los trenes que mientras te distanciaban de la esperanza de acercarte a él, esparcían y minimizaban por el suelo todos los deseos de saber el uno del otro, algún rastro, una huella, no se, algo que tuviera que ver con conocer la respuesta de no sentir hoy sus abrazos en tu pecho.
No sé lo que hará mañana, y con respecto a un futuro de mayor envergadura, tampoco mi incertidumbre encuentra tu rostro en sus años siguientes ni todos esos desvelos que parten de la base de no tenerlo.
El futuro es aquel que mueve vuestros pies hasta encontrarse, lento, pero es preferible este ralentí, ir mas rápido gastaría menos combustible, pero con el tiempo sufriría más tu máquina.
Seguirás preguntandote porques hasta ver sus ojos cargados de respuestas.
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Digiere tu orgullo o ponlo bajo tus pies y juega a la comba, abre tu corazón, alimentate de las experiencias que no tendrás si te muestras impávido, no me engañes, te he visto dar silueta a corazones con la yema del índice sobre el cristal que separa su foto del anhelo de rozarla con los dedos.
Dime, ¿conoces el olor de su cuello al despertar? Es grave darse cuenta que sufres del desconocimiento de lo que no sientes, pero más será no trazar una solución que guarde proporción a su consecuencia.
Sé y sabes que la quieres, ofrendale pronto el ramillete de relámpagos que azotan tu estomago cuando aparece mientras le pides tregua a la vigilia.
No olvides que los años corren sin esperarte, que el hecho de estar vivos siempre exige algo.