Me levanto con la cara que propician los domingos, me cubro con ropas de lunes y me coso en la frente la predisposición de pensarme en sábado.Es un buen modo de inventar el comienzo de la semana, sin sentir como la gravedad del pasado, se cierne sobre mi epicentro volatilizando el receptáculo que habilité para dar alberge al doble filo futuro que ya no puedo bruñir.
Evadiendo badenes, las seis piedras de escombros con las que se escriben pasado y futuro -en las que me suelo tropezar- y las correspondientes atmósferas que mi cardio resiste, voy royendo las horas del presente, consciente al fin de que mi melancolía y yo somos coetáneos.