Coño, escúchame, atrapa la ilusión, cógela al vuelo en el aire, que a veces el viento no va a nuestro favor.
Supongo que viniste a la vida como todos, a recoger respuestas y el dolor nos distingue a veces de los muertos, que sentir es de sabios y cruza las orillas del cuerpo de puntillas, sin hacer ruido, corriendo en zancadas caducas, que nada es para siempre y hoy toca. Y si me hablaras de sufrir, ¿Y qué hay del riesgo de no arriesgarse? Creo que a veces acostumbramos a no entender que el miedo es un valor implícito de la vida, que es un petate que llevarás apoyado en tu espalda hasta que tu corazón deje de parecerse a un tambor.
La incertidumbre es nuestra única certeza.
Entre las líneas de arriba y estas que las suceden, ha habido un lapso de tiempo en el que he ido fundiéndome con Madrid soleado y vestido de domingo, y acortándole distancias al pasado, observé que he ido pasando por lugares en los que antaño me fui derribando con caras, cuerpos, abrazos y adioses; y llegué hasta el metro, estúpido, cansado, enclenque, a escribirte estas líneas.