He llegado al momento exacto de la tarde en que el sol ha dejado de ensalzar a la lluvia con sus rayos caducos y camino con talante imposible sorteando caracoles que se miden en la acera simulando una carrera patética.Entre tanto, el frío alinea mis hombros a la altura de los lóbulos y pienso en un brote de ilusión recien nacida, a medio camino entre la cabeza y el corazón.
Vivir eso eso, apoyarse en algo o a la vida, o a ambas, sin olvidar que a veces los bastones no son de madera de boj o tienen termitas.
El aire me evoca al verano y tras esto, esbozo una sonrisa que vigilan con recelo los demás pasajeros del metro, la felicidad nunca en caja cuando se aprecia el brillo en el ojo ajeno, alguien nos insertó por defecto la melancolía.
Es también en el subsuelo donde veo a personas inclinadas sobre libros azules de autoescuela, metro de madrid no vuela tanto.