Ahora que la vida los relegó a un segundo plano -con su dedo de tiempo-, acuden al baile para agasajarla y que esta se quede un poco más con ellos.
Sus sonrisas son equivalentes a sus dentaduras: Igual de falsas.
Tratan de esquivar la decadencia y decrepitud con dispar eficacia y empeño, con el insomne y vano instinto de sobrevivir contra natura: Muerte segura. Y lo es tanto, que conscientes de ese agravio obsequian a la juventud con palabras de apabullante envidia. Muchos nos salvamos de esta condena con un indulto: Son carne de cañón de cementerio.