Acudo a un curso muy específico en el cual no espero conocer a nadie, pero a través de la cortesía, acabé llenándome de lugares comunes interaccionando con los demás, y en esas, una linda morena de sonrisa grande, sostenía que un conocido suyo habia trabajado con un amigo mío; qué casual todo, pensé.
En un diminuto grupo compartimos los descansos de clase, aferrándonos los unos a los otros, salvandonos de la soledad rellenando los huecos del silencio con parcas palabras; lo normal en estos casos.
Mientras, aún creyendo que era mentira, pensaba si esa morena era para mi. No era cierto y lo sé , pero me facilita la vida pensar que pueda achicarle espacios al olvido.
En la última hora nos dieron una hoja individual, yo con la voz del profesor de fondo como una letanía puse mi nombre y apellidos arriba para perder unos segundos, ella estaba a mi izquierda y de algo no me enteré, fui a preguntarle y ella en su hoja me lo fue explicando, y mientras asentía su explicación ví mí nombre y apellidos apuntados en una esquina del folio a lápiz.Algo podría estar pasando y yo tan ajeno.
Al final le pedí un bolígrafo para un examen, ella lo acabó antes y marchó sin pedírmelo.
Ahora tengo un bolígrafo de Bancaja.
Escribo futurible con su bolígrafo, tengo un quizás, o viceversa.
Solo, con mi soledad, nadando en la nada, porque ya no hay porqués y creo que ya no creo.