Ella, cansada de no encontrar la salida de la espiral de lo cotidiano, alguna alternativa capaz de colorear sus próximos dias, decidió caminar por la calle tapandose un ojo con la palma de la mano, pensó que asi solo vería la mitad de lágrimas de los demás, esperaba asi limitar sus desencuentros con la tristeza.
Días de incongruencias, de mucho calor y demasiado frio en el pecho, si, como para patinar sobre el Manzanares sosteniendo un helado,días de esos que tardan en pasar.
En verano acostumbraba a pasear por la calle abrigada hasta los pómulos, creía que era la mejor manera de que la soledad no le calara hasta los huesos, entre zancadas se miraba la punta de los zapatos, era el modo más práctico de no mostrar la cara a los viandantes, la verguenza de ser una más de ese rebaño que no le representaba, ciudades bellas abrumadas por por bandas suburviales, nubes negras que obtuvieron su tonalidad con el tinte de tanto habitante imaginando su futuro más cercano, olor a piel relevadora de adicciones en los vagones del metro, y esas noticias, esas noticias que hunden al más optimista.
Alguien debe decirle que alce la vista, arriba se extiende el calor amarillo del sol como quien anuncia algo inexorable.